A veces se mezclan, a veces se diluyen y a veces ni los ves.
Pero todos tenemos esos pilares que sostienen nuestras vidas.
El más claro y del que nadie duda es la familia. Estructurada o no, es el origen de nuestra vida, la que nos aporta la base de nuestra valores, costumbres e idioma.
Viviendo en sociedad llega casi siempre el cole, los amig@s, la uni, ¿la pareja?
Y el trabajo. Yo no creía que esto fuera un pilar de la vida necesariamente, pero sí que puede afectar a tu personalidad mucho, provocarte ilusión, ira, ser un motor de tus metas…
Si te gusta directamente es un pilar. Y si no, indirectamente también porque al tiempo que te disgusta te proporciona un sustento para verlas cumplidas.
Según pasa el tiempo, interactuando con ellos vas completando lo que eres tú (gustos, aficiones, música, deporte). Una personalidad en constante aunque lenta evolución. Es muy probable (aunque debatible jajajaja) que esa personalidad esté profundamente marcada por amigos y pareja. Gustos adquiridos como diría uno que yo me sé 😉
Y finalmente, el pilar más importante para los que tienen o buscan fé.
La religión. Que sí, que se puede sustituir por numerosas cosas: Meditación, yoga, psicología, drogas, alcohol y demás estupefacientes momentáneos, etc.
Pero la idea es que si buscas algo más allá, trascendencia, sólo la religión (en cualquiera de sus variantes) es un pilar definitivo. Así que os animo a buscarlo, cultivarlo y transmitirlo a los demás.
Como diría el padre Carlos de San Agus hoy con motivo del Domund «¡a hacer misión!» y como diría su tocayo de San Germán «¡¡¡A VIVIR!!!»
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Reflektera Mera 